sábado, 28 de noviembre de 2015

La nieve, de capa caída


Coincidiendo con el arranque de la temporada de esquí y la inminente apertura de la cumbre del cambio climático en París, he querido dar una llamada de atención sobre la evolución de la cubierta de nieve en Sierra Nevada y los escenarios previstos a lo largo del siglo trayendo a colación la reciente publicación del Observatorio de Cambio Global, "La huella del cambio global en Sierra Nevada: retos para la conservación".

La temporada ha arrancado con pocos kilómetros y gracias a la innivación artificial
Me gustaría que en los próximos días la COP21 nos dé buenas noticias para la perspectiva del clima en el planeta a medio y largo plazo y que alguna borrasca mejore las condiciones actuales en nuestra Sierra y la cubra de un gran manto de nieve que, como digo más adelante en este artículo, es importante para la estación de esquí pero también para los ecosistemas y para los bienes y servicios ecosistémicos que proporcionan a nuestra sociedad.

Enlace a la edición digital de GRANADA HOY:

http://www.granadahoy.com/article/granada/2163633/la/nieve/capa/caida.html



La Nieve, de ‘capa caída’




Nieva menos que hace 50 años. La tendencia actual es clara: reducción de la duración de la presencia de nieve en las cumbres.

Sierra Nevada, debido a su gran altitud, es la montaña del sur de la Península donde la cubierta de nieve está presente durante más tiempo. Es conocida la relevancia de la explotación de la nieve como recurso deportivo-recreativo para la economía granadina durante la temporada invernal y primaveral  pero además es un elemento físico clave para entender el funcionamiento de multitud de procesos en los ecosistemas de montaña.
El manto de nieve que cubre la Sierra funciona como un gran “embalse  natural” de agua, que,  tras su fusión,   puede penetrar en el terreno o bien escurrir hasta los cauces de los ríos.  Supone un porcentaje muy alto de las aportaciones de agua a las cuencas hidrológicas.  Este papel se hace aún más importante en el contexto de cambio climático al que nos enfrentamos que  predice cambios importantes en la abundancia y distribución de las precipitaciones, lo que se suma a la elevación de las temperaturas, que podría llegar hasta 5 grados más a final de siglo.  El cambio climático de origen antropogénico está acelerando el proceso “natural” de calentamiento del planeta y afectará por tanto en Sierra Nevada de manera directa al estado y al comportamiento de la cubierta de nieve, lo que provocará  cambios en los ecosistemas de la media y alta montaña nevadense.
 
ANÁLISIS CON ‘LUPA’ Y DESDE EL CIELO 
Dada la gran importancia de la nieve,  tanto como recurso socioeconómico como para la dinámica de los ecosistemas,  desde el Observatorio del Cambio Global de Sierra Nevada se ha puesto en marcha un sistema,  a diferentes escalas, de seguimiento de las características de la cubierta de nieve. La escala más detallada consiste en la realización de muestreos in situ para evaluar las características físicas de la nieve (peso, densidad, estructura)  y su capacidad de almacenar agua. También a esta escala de detalle se realizan mediciones periódicas de la temperatura del suelo y substrato a varias profundidades. Estos datos son utilizados en combinación con los aportados por la red de estaciones meteorológicas multiparamétricas. Pero lo más destacable es el seguimiento extensivo de la cubierta de nieve mediante las imágenes de satélite suministradas por el sensor MODIS instalado en el satélite TERRA de la NASA, que nos facilita información directa de la superficie máxima ocupada por la nieve, cada 8 días. 

Este seguimiento han permitido constatar la gran variabilidad espacial y temporal de la capa de nieve en Sierra Nevada.  El análisis que se efectúa va más allá de calcular la superficie y  el espesor de la cubierta de nieve.  El seguimiento sistemático que se ha realizado durante la última década se extiende hasta el conocimiento del peso, la densidad, el número de capas y otras propiedades de la nieve (dureza, temperatura, tamaño de grano),  lo que ha permitido diseñar modelos de estimación de la cantidad de nieve almacenada y su equivalente en agua, y de paso valorar cuestiones de gran importancia como la estabilidad del manto y el cálculo del riesgo de aludes en las zonas más inestables. 

LA NIEVE DE LA SIERRA ES PARTICULAR

De este estudio detallado se extraen las peculiaridades de la nieve en Sierra Nevada frente a otros macizos montañosos situados a otras latitudes y altitudes. Por un lado destaca unos espesores pequeños, salvo en aquellas zonas muy concretas de acumulación de nieve. Por otro, la enorme variabilidad, en el tiempo y en el espacio, con gran presencia de 'manchas' de nieve y una considerable diferencia entre laderas contiguas en función de la orientación y/o vientos dominantes. Cabe señalar la excepcional acumulación de nieve durante la campaña 2010-2011 en comparación con el resto de años de la serie analizada, que fue hasta cuatro veces mayor que en un año “normal”. 

En Sierra Nevada, la nieve está sometida a una climatología propia de su carácter mediterráneo, lo que le confiere un patrón distintivo. Su comportamiento especial está más relacionado con regiones donde la baja latitud y la elevación permiten la aparición de la nieve en entornos semiáridos o mediterráneos, como ciertas partes de los Andes centrales, el Atlas o las montañas del suroeste de los Estados Unidos, que con contextos alpinos.

UN GRAN EMBALSE

En Sierra Nevada, la nieve contribuye de forma notable al funcionamiento de bosques, matorrales y  ecosistemas acuáticos  pero también al de la agricultura, ganadería y otras actividades humanas como las recreativas, incluida la propia estación de esquí y todas las actividades ligadas al uso deportivo o lúdico de la nieve.
La nieve,  aparte de los importantes efectos sobre los sistemas bióticos, se convierte en un condicionante básico de la distribución en el tiempo del recurso agua, especialmente escaso en nuestra región, que tiene que almacenarse en los pantanos o “entretenerse” gracias al sofisticado y ancestral ingenio de las acequias tradicionales para estar disponible para los usos humanos en la larga época en la que escasean las precipitaciones.
La planificación en el uso del agua para riego y consumo doméstico no puede hacerse con efectividad sin un conocimiento del desarrollo del manto de nieve y de los pronósticos de su evolución a corto, medio y largo plazo.

LA NIEVE COTIZA A LA BAJA

“Cada vez nieva menos, más tarde y la nieve se funde antes”. Este es el resumen de los trabajos de monitorización de las características y espesores de la capa de nieve que se desarrollan en el Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada cuyos estudios, pioneros en un espacio natural protegido en el ámbito europeo,  acaban de ser expuestos en la publicación “La huella del cambio global: retos para la conservación”, en la que han participado numerosos investigadores y técnicos del parque nacional de diferentes disciplinas científicas. 

El informe de resultados del Observatorio de Cambio Global arroja tendencias negativas en la duración de la nieve desde que se disponen datos homologados.  Desde hace unas décadas es evidente el retraso en la fecha de inicio de la temporada de nieve y el adelanto en la fecha de retirada de nieve. Estas tendencias son más evidentes conforme se sube en altura. 

La tendencia de reducción en la duración de la cubierta de nieve en Sierra Nevada es consistente con la observada en la cordillera de los Alpes. Sin embargo, en otras montañas (Asia Central) no se observan tendencias aparentes en el mismo periodo que el estudiado aquí. Esto puede indicar que las causas que explican los cambios observados están relacionadas con factores climáticos locales o regionales, como podría ser la fuerte influencia en nuestro ámbito de la NAO (North Atlantic Oscillation) responsable de las borrascas que nos llegan del oeste, las más frecuentes y de mayores precipitaciones.

El mencionado gradiente de aumento de la intensidad de la tendencia a la reducción de la nieve con la altura, se observa también en la temperatura máxima anual. El acoplamiento entre las tendencias de duración de la nieve, la cantidad de precipitación caída y la temperatura máxima anual, constata la relación causal entre el clima y la cubierta de nieve.
 

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