miércoles, 2 de septiembre de 2015

"Los socialistas no se entierran, se siembran"


Apenas han pasado 24 horas desde que recibiera el mensaje de que José Antonio Aparicio, “el Aparicio”, “el Apa”, Apa-rato,  había fallecido. Sabía que luchaba desde hace tiempo contra un enemigo al que no podía combatir con sus principales armas, las palabras, convertidas en robustos argumentos y lanzadas con fina ironía. 

Mis últimos encuentros con José Antonio Aparicio han sido en la Junta de Andalucía, en la puerta del edificio administrativo de Joaquina Eguaras, a donde José Antonio salía a tomar el sol y a no perderle la cara a la calle y a la gente (y a fumar), o en la delegación del Gobierno en la Gran Vía, donde coincidíamos en algún asunto "oficial" en el que sólo con unas cuantas palabras nos poníamos al día en asuntos varios. Ahora he recordado también una última reunión entre su delegación de Innovación y la mía de Medio Ambiente en la que participé en representación del parque nacional  y natural de Sierra Nevada, con una gran tensión por los asuntos a tratar, pero que la manejó con soltura y se convirtió en una fructífera sesión de colaboración que ha servido para acuerdos posteriores. 

Pero mi relación con el compañero Aparicio ha sido más estrecha en otras etapas, con conversaciones amplias, casi siempre sobre Granada, analíticas y prospectivas. Lo conocí cuando era el director del Área de Cultura en el ayuntamiento de Granada a principios de los 90, siendo el concejal del ramo Rafael Fernández-Piñar (fallecido también en verano, hace justo hoy 20 años y 23 días).  A mitad de esa legislatura me incorporé al ayuntamiento, primero como concejal de Educación y Participación Ciudadana y luego de Obras Públicas y compartimos muchos buenos proyectos y ratos en aquella etapa. Luego estuvimos juntos en la oposición al Kiki  pero “chocamos”, momentáneamente, en las primarias a la alcaldía, él como lugarteniente de Pepe Moratalla y yo como peón con el otro  Pepe (Vida) aspirante. Pero acabado el enfrentamiento interno, me puse a colaborar con él en la campaña que daría la alcaldía de nuevo al PSOE gracias al pacto del denostado tripartito, en muchos aspectos  de manera gratuita e injusta, en el que Aparicio fue un serio gestor económico y un gran portavoz del gobierno. 

Como ha comentado algún columnista siendo un hombre de letras, manejaba bien los números y aunque era un hombre de principios y convicciones, desde que le conocí, sabía traducirlos en proyectos y en presupuestos, vamos que era un político de los que les gustaba convertir las ideas en acción, por eso siempre buscaba sitios en los que hacer cosas, desarrollar programas y propuestas.  

Después de aquella etapa  municipal luego hemos seguido internamente participando en las sucesivas batallas políticas, las internas y las externas, siempre apostando por un partido mejor, más democrático y participativo y por una sociedad más justa, más igualitaria y más culta. 

José Antonio ha sido un buen socialista, que siempre estaba en algún bando, porque tenía opinión y criterio en todos los debates, pero en ninguna banda, porque era de los que no tenía 'jefe', aunque ha trabajado y bien, para muchos; ha sido más fiel a las ideas y a las instituciones que a ningún –ismo que empiece con nombre propio. 

Siendo un número uno, un líder en el buen sentido de la palabra, ha sido un gran número dos, tres, o el diez. José Antonio ha jugado  en muchos puestos y en todos se ha desenvuelto con soltura. En términos futbolísticos podíamos decir que era un centrocampista, que repartía juego, con llegada pero que sabía defender, (y defenderse), muy bien, y sobre todo sabía jugar, (y escribir), magníficamente entre líneas, buscando el hueco para un pase magistral (o para una expresión o una palabra directa y certera).  

Fatídico 1 de septiembre.
 
Otro manotazo duro, otro golpe helado hemos recibido los socialistas en el primer día de septiembre, con la muerte de José Antonio Aparicio,  como el sufrido hace dos años que se nos llevó a mi también querido amigo y compañero Isidro Olgoso, ambos tan ligados al barrio del Zaidín, para más INRI. Se atribuye a Pablo Iglesias  la frase de que Los socialistas no mueren: los socialistas se siembran”, luego extendida hacia la reflexión de que “Ni se mueren ni se entierran, se siembran para perdurar”.  El origen de la expresión metáforica parece estar en los albores del cristianismo y la comparación en primera instancia se realizaría con los mártires, que no morían sino trascendían. Lamentando la pérdida y deseando que descansen en paz habrá que decir que fueron buenas simientes que germinarán y darán muchos y buenos frutos.

Nota: No quiero acabar esta entrada con un sabor amargo y la cierro con el recuerdo de los carnavales del año 1999, que ganamos varios premios con la murga de La Barraca. Paradojas de la vida, (y de la muerte): aquél año nos compuso las letras "el Aparicio" y sacamos el teatrillo de títeres y varios personajes lorquianos. Nos paseamos triunfantes por todos los barrios y pueblos de Granada. Ahora la apertura sin los fondos del centro Lorca nos hubiera dado, al menos, para unos cupleses. Isidro también nos regaló en alguna ocasión letras que siguen estando vigentes. Y luego dicen que el carnaval no es un tema serio.

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