domingo, 13 de diciembre de 2009

LA CRISIS COMO OPORTUNIDAD (para tumbar a ZP)

La crisis lo llena todo. Nunca tanta gente había hablado tanto de algo sin saber casi nada de ello. A diario escucho a cantidad de tontos, (“tonto es el que dice tonterías”), hablando con el atrevimiento que da la ignorancia (la suya y la del interlocutor). La crisis ha sido la percha en la que se han colgado todos los palos (la mayoría dirigidos al gobierno y especialmente a Zapatero que ha cometido el crimen más grande que se puede hacer frente a la carcundia –mediática, económica, eclesiástica y social-: ganarle dos elecciones seguidas.

Guardias civiles que montan una inmobiliaria en un localillo con cuatro carteles, pegan un par de pelotacillos y hacen una fortunilla, se quejan de que la crisis se está llevando a los pequeños y medianos empresarios; restaurantes que te pegaban una clavada por cuatro platos compartidos de una familia (mal servidos, mal presentados, mal hechos, pero cobrados como si fuera un restaurante de cuatro tenedores), dicen que ahora la gente sólo se toma un par de cervezas y la tapa; empresas que aprovechan la coyuntura para despedir a personal antiguo para meter gente más joven (por barata la contratación y el eventual despido no porque quieren aprovechar la mejor formación o ser más competitivos); comerciantes que llevan cuarenta años sin hacer una reforma en su empresa, etc. (que nadie se de por aludido, son ejemplos sacados de mi imaginación). Todo es culpa de la crisis, de Zapatero, que nos ha metido en la crisis y no sabe sacarnos de ella.

Sabedores de que el aborto, lo de los crucifijos, lo de la memoria histórica, el Alakrana, la saharaui… desgastan pero no es suficiente para tumbar a “Bambi”, aquí en la crisis, concentran todas las energías y en el fondo rezan para que la crisis no toque fondo, para que no dé tiempo a que se vean los resultados de la recuperación económica antes de las próximas elecciones. Los datos positivos no es que no se reconozcan es que no se desean porque son interpretados como negativos para los intereses de la oposición de derecha extrema.

La pela es la pela y eso es lo que mueve a la mayoría de la gente”. Ni estrategia ideológica ni pollas. Así de fácil. El bolsillo del ciudadano de a pie (que es el que mantiene la gran bolsa de los que no van por la vida andando, de los que no pisan charcos), es el motor más grande de decisiones políticas según estas creencias ideológicas. Según los pensadores conservadores, la gente se preocupa por su propio bolsillo y ahí siempre hay instintos primarios que regar como la envidia, o la avaricia. Por eso más que conservadores, los fachas españoles son conservaduros y en lugar de invertir, (digo invertir, no especular), se dedican a guardarse el dinero, aunque no le rente a corto plazo. Porque dinero hay, en los bancos hay más que nunca (y eso que muchos banqueros lo sacan a espuertas bonificándose a pesar de su mala gestión). “Ya vendrán los nuestros, nuestros y nos recuperaremos de no haber ganado durante un par de años a lo que nos habíamos acostumbrado”, he escuchado comentar a alguno de ellos.

Por eso la crisis, el mantenimiento y extensión de la crisis hasta donde sea posible, es el elemento central de la estrategia del Partido Popular. No necesita sacar sus recetas (aunque la sintonía de Rajoy con la Confederación de Empresarios ha sido puesta tan en evidencia como la amistad del presidente valenciano Camps con el presidente del TSJA de la Rúa). El PP no es que no le gusten las medidas del gobierno (muy parecidas hasta ahora de las que han puesto en marcha en otros países de la Unión Europea), es que electoralmente considera que no le vienen bien y por eso, si pudiera regaría los brotes verdes con lejía.

Al PP le gustaría que se hicieran elecciones mañana mismo, no para afrontar con ideas y con liderazgo esta difícil situación, sino para que no dé tiempo a que la tormenta escampe y mal que bien, la cosa vaya mejorando y el impacto de la crisis económica internacional más importante desde la segunda guerra mundial no vaya a ser tan fuerte como para provocar el deseo de un cambio de gobierno. Por esta razón también se oponen al gasto público que suponen las medidas sociales para paliar los efectos en los sectores sociales más débiles y por eso se oponen a las inversiones públicas dedicadas a reactivar la economía y el empleo.

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