domingo, 27 de diciembre de 2009

Copenhague: punto y ... seguido

Hace dos semanas que finalizó la cumbre climática de la ONU, una Conferencia celebrada en Copenhague en la que han participado 193 naciones y que se ha convertido en la reunión climática más grande e importante de la historia. Tras dos semanas de negociaciones contenciosas se cerró sin un Tratado formal y tuvo que consolarse con tomar nota del Acuerdo Express tomado por unos cuantos países a propuesta de Estados Unidos. Dicho Acuerdo entrará en vigor en 2010, y pone encima de la mesa la financiación a corto (30.000 millones de euros) y largo plazo (100.000 millones anuales a partir de 2020). Mientras, retrasa hasta enero de 2010 el establecimiento de las cifras de compromisos de reducción de emisiones de CO2 de los países ricos y las acciones voluntarias de mitigación de los países en desarrollo.

He esperado para hacer mi crónica final sobre la Cumbre del Clima celebrada en la capital danesa para poder reflexionar tranquilamente, bucear por distintos foros y sobre todo testar mis conclusiones con mis amigos y familia, con un grupo de gente menos implicada en este debate. Siempre utilizo estos puntos de apoyo para aproximarme a la verdadera percepción que llega al “común de los mortales” de estos magnos acontecimientos y temas. De esta manera busco el equilibrio entre la opinión pública y la opinión publicada a veces tan distantes y tan distintas.

Lo primero que tengo que decir es que no podemos decir que esta Cumbre haya concluido con un punto y final a pesar de las expectativas, ilusiones y esperanzas puestas en ella por miles, por millones de personas en todo el planeta. Más bien un punto y seguido aunque está por ver para dónde seguimos.

Como en los toros (ahora que está de nuevo en boga el debate sobre la “fiesta nacional”), ha habido “división de opiniones” sobre el cierre de la COP16. La Cumbre ni ha sido un éxito ni ha sido un fracaso sino todo lo contrario. Vamos que lo más proable es que quién sabe. En mi opinión todavía no se ha digerido bien el final de la Cumbre, no tanto por el resultado final, a todas luces por debajo de las expectativas de la mayoría de los participantes, como por la forma en la que se organizó y desarrolló la Cumbre y, sobre todo, por las últimas horas de negociaciones.

Todos los países echan balones fuera y se culpan unos a otros de no haber logrado un acuerdo vinculante para actuar con decisión contra el cambio climático. Barack Obama, reconoció al acabar la Cumbre que el llamado Acuerdo de Copenhague no era suficiente. “Hemos avanzado, pero sabemos que hay más por hacer”. El presidente de Estados Unidos, ha afirmado después que las personas tienen razón en estar decepcionadas por el resultado de la cumbresobre cambio climático que tuvo lugar en Copenhague, aunque ha valorado que "en vez de ver un total colapso en Copenhague, sin que se hubiese hecho nada -lo que hubiera sido un gigante retroceso-, al menos pudimos mantenernos más o menos donde estábamos y no hubo un gran paso atrás".

Los chinos están encantados de haber tenido un papel protagonista jugando como potencia mundial o como país en desarrollo según convenía. Además han querido arrimar el ascua a su sardina apuntándose al principio de "responsabilidades comunes pero diferentes". No son los responsables de la situación actual pero son la principal amenaza del futuro y su actitud obstruccionista y su juego a dos bandas es uno de los escollos más difíciles de superar para avanzar.

El barullo del final ha permitido también que el presidente venezolano, Hugo Chávez, haya sacado sus extraordinarias dotes de demagogo y haya copado muchos titulares con frases sensacionalistas de cara a la galería. Hugo Chávez ha querido aprovechar para abanderar una posición que no le corresponde como uno de los principales países productores de petróleo. Pero la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero y aunque han sido muchas las voces que lo han expresado quizás la que más ha resonado ha sido la suya al advertir que "EEUU tiene más de 750 mil millones de dólares de presupuesto militar y ha gastado más de 800 mil millones de rescate a banqueros", y ahora para salvar el planeta las cifras barajadas eran ridículas.

Entre los países europeos, Suecia calificó el acuerdo de "desastre para el medio ambiente", mientras que el primer ministro británico, Gordon Brown, dijo que fue "defectuoso y caótico". En muchas de las valoraciones hay una posición política de consumo interno y en buena medida expresan los celos por el protagonismo que han tenido otros líderes políticos.La canciller alemana, Angela Merkel, por su parte ha defendido el Acuerdo describiéndolo como un primer paso que facilita medidas para actuar. Merkel ha comentado que Copenhague "es un primer paso hacia un nuevo orden climático mundial, nada más, pero tampoco nada menos”. Merkel ha señalado que "cualquiera que simplemente critica a Copenhague se dedica a hacer lo mismo que aquellos que ponen el freno en lugar de avanzar''.

Desde nuestro gobierno se ha declarado que se intentará "ensanchar al máximo el traje" del llamado Acuerdo de Copenhague, durante la presidencia española de la UE, en la que se seguirá impulsando el cumplimiento de la Estrategia Europea de Cambio Climático conocida como 20-20-20 (20 por ciento de reducción de emisiones, 20 por ciento de mejora de la eficiencia energética y 20 por ciento de energías renovables en 2020). El papel de la UE, a la que la COP16 le ha pillado en pleno proceso de cambios para adecuarse al Tratado de Lisboa, ha quedado mermado por la estrategia particular de varios líderes europeos como, más preocupados de brillar personalmente que de fortalecer la posición de la Unión Europea.

El presidente español que tuvo una breve, aunque brillante y valiente intervención en el Pleno de la Cumbre en su recta final, tiene la oportunidad durante el próximo semestre de hacer valer la posición europea, y liderar un incremento de los compromisos europeos para pasar de la estrategia 20-20-20 en 2020 a una estrategia 30-30-30 en la misma fecha.

“Tenemos que lograr unir el mundo para salvar la tierra, nuestra Tierra, en la que viven pobres demasiados y demasiado pobres, y ricos, demasiados y demasiado ricos. Pero la Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento”. (José Luís Rodríguez Zapatero).

El secretario de la Convención de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Yvo de Boer, ha marcado a los líderes mundiales lo que hay que hacer a partir de ahora: dejar de discutir acerca del resultado de la Cumbre de Copenhague y centrarse en cómo lograr un mejor resultado el año próximo en la Conferencia que se realizará en México a finales de noviembre. “Ahora el desafío debe consistir en convertir lo acordado políticamente en Copenhague en algo tangible, medible y verificable”.

Curiosamente han coincidido en los balances más negativos y en los discursos más feroces desde los dos polos más opuestos en este debate. Las grandes ONGs internacionales y los sectores negacionistas han lanzado las voces más críticas sobre el resultado final aunque los primeros han mostrado su decepción por la oportunidad perdida, y a los segundos se les ha visto más arrogantes, diría que felices, y su lamento del resultado final de la Cumbre ha sonado bastante hipócrita.

La organización ambientalista Greenpeace, (cuyo presidente de España en estos momentos continúa detenido en Copenhague por irrumpir en la cena de gala ofrecida por la reina danesa), lamentó el día de la clausura que había sido un “día negro” para la Humanidad, porque los gobernantes tuvieron en sus manos cambiar el futuro del mundo y sólo aprobaron una resolución “llena de vacíos”.

Los think tanks neoliberales lo han celebrado con champán y no voy a hacer más propaganda de sus boutades en mi blog que ya tienen bastantes lugares en los que expresarse y demasiados “liberados” desparramando sus diagnósticos y recetas. Un ejemplo de cómo se ha vivido la Cumbre de Copenhague en esa Banda (perdón quería decir en ese bando): no había transcurrido una hora desde que Obama efectuó su discurso en la sesión matinal de la COP-15 cuando varios diputados estadounidenses del Partido Republicano celebraron una conferencia de prensa para negar que el cambio climático fuera causado por emisiones de combustibles fósiles, o sea del petróleo, el carbón y el gas natural. Las conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y de decenas de academias científicas de todo el mundo son sospechosas, agregaron los legisladores, ninguno de ellos científicos y todos procedentes de estados con poderosos intereses en el sector automotor o de combustibles fósiles (toma del frasco Carrasco).

He de confesar que personalmente esperaba de Copenhague un acuerdo ambicioso, justo y jurídicamente vinculante, lo que se conoce como un Pacto "FAB", en la jerga de las organizaciones internacionales: justo (fair), ambicioso (ambitious) y vinculante (binding). Un pacto que supusiera un compromiso de mitigación de gases de al menos el 40% para el 2020, y un compromiso por parte de los países desarrollados de transferencia de recursos financieros y tecnologías para la adaptación de los países pobres más vulnerables al cambio climático y para reforzar su crecimiento económico desde un planteamiento de desarrollo sostenible. Se hablaba de un compromiso de 130 mil millones de euros anuales para los países del Sur en el 2020. Desde esta expectativa, evidentemente no se han cumplido los objetivos principales de la cumbre de Copenhague y se ha fracasado.

El Acuerdo de Copenhague sin embargo, reconoce algunos elementos destacables en el proceso de diálogo mundial sobre el medio ambiente y el calentamiento del planeta. Se ha asumido el criterio de la comunidad científica de no sobrepasar el aumento de temperatura en 2º C de media mundial, para no llegar a una situación de cambios bruscos e irreversibles en los ecosistemas del planeta. Se ha avalado la propuesta científica de una disminución de gases de al menos el 80% para el 2050, aunque no se han puesto medios para lograrlo. Se ha reconocido la necesidad por parte de los países menos desarrollados, de recibir fondos económicos adecuados, previsibles y permanentes, así como apoyo tecnológico. Incluso ha habido un compromiso de ofrecer 30 mil millones de dólares a estos países en los próximos tres años, lo cual es un paso en la buena dirección, aunque muy por debajo de las necesidades reales. En este sentido podemos decir que en Copenhague ha habido también éxitos parciales. Pero mientras todas estas manifestaciones de buena voluntad no se enmarquen en un acuerdo con objetivos concretos para cada país y dentro de un marco jurídico vinculante, corren el peligro de no ser más que eso, buenas palabras que se lleva el viento del que hablaba Zapatero, en clara alusión al famoso mensaje del indio americano Noah Seattle que tantos años presidió la pared de mi cuarto.

Yo ceo que hemos avanzado mucho desde el lejano Bali pero nos queda mucha distancia hasta llegar a Méjico, penúltima oportunidad antes de que expiren los acuerdos de Kyoto. Entretanto debemos ir entendiendo mejor que el cambio climático de origen antropogénico es un fenómeno causado por nuestro modelo de desarrollo, basado en el uso de energías fósiles contaminantes, y en un modelo económico que se sustenta en la explotación de los recursos naturales como un stock sin límites y en una sociedad de consumo que no se rige por la necesidad, sino por el lucro, en la que importa más el poder y el tener que el ser y compartir.

El estilo de vida promovido por este modelo de desarrollo es insostenible. El mundo no tiene capacidad para satisfacer esta demanda, ni en el presente (más de mil millones de personas pasan hambre en el mundo) ni en el futuro. Por tanto, hablar de cambio climático y de desarrollo sostenible, en realidad supone cuestionar nuestro propio estilo de vida y nivel de consumo. Asumir los desafíos de la sostenibilidad no solamente supone caminar hacia una manera distinta de obtener la energía que necesitamos, o de reciclar nuestra basura doméstica; implica un cambio de hábitos, costumbres, creencias y valores, que muy pocos están dispuestos a aceptar. Hay un problema de Educación antes que de Educación Ambiental. Y los políticos no han ido más lejos porque la sociedad no ha llegado todavía, en su conjunto, a comprender y a asumir que se requiere una gran transformación en la política, la economía y la sociedad que debe reunir las siguientes características según el argot de las ONGs participantes en la Cumbre:

Global. Con ciencia. Equitativa. Transformadora. Anticipatoria. Prospectiva. Participativa.


Sea cual sea nuestra valoración, el éxito o el fracaso de la Cumbre es colectivo y las consecuencias también lo serán para todos nosotros y para las generaciones venideras. Por tanto, todos podemos y debemos hacer más de ahora en adelante.

Claves del Pacto

- EMISIONES. Los países "subrayan que el cambio climático es uno de los grandes retos de nuestro tiempo" y que hay actuar para "estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que prevenga una interferencia antropogénica con el clima (...) por lo que el aumento en la temperatura global debería estar por debajo de dos grados centígrados". Para ello se comprometen a "cooperar para conseguir que las emisiones nacionales toquen techo lo antes posible". El acuerdo no incluye la concentración de CO2 necesaria -450 partes por millón- para ese objetivo, ni el año del máximo de emisiones, entre 2015 y 2020, según el IPCC, ni la necesidad de que las emisiones en 2050 sean la mitad que en 1990.

- PLANES NACIONALES. Los países desarrollados "se comprometen a presentar objetivos de reducción de emisiones antes del 1 de febrero de 2010". "Estas reducciones y la financiación a los países en desarrollo serán declaradas, medidas y verificadas" por la ONU.

Los países en desarrollo podrán "implantar medidas de mitigación" de emisiones que comunicarán antes de febrero de 2010. Estas acciones serán objeto de "declaración, medida y verificación nacional" y cada dos años informarán a la ONU y habrá un sistema "internacional de consulta y análisis bajo guías claramente definidas que aseguren que se respeta su soberanía nacional". Las acciones financiadas con dinero internacional estarán sujetas a la supervisión normal de la ONU.

- "Los países menos desarrollados y las pequeñas islas podrán realizar acciones voluntarias si reciben apoyo".

domingo, 13 de diciembre de 2009

La Cumbre de Copenhague se calienta (como el clima).


El fin de semana está siendo especialmente movido en todo el mundo con manifestaciones y otras acciones de presión hacia los dirigentes mundiales en el ecuador de la Cumbre del Clima que se está celebrando en la capital danesa.

El día 12 ha sido un día especial de llamada a la acción mediante el siguiente mensaje mundial:


“Demandamos a los líderes mundiales que tomen las acciones urgentes y resolutivas que necesitamos para prevenir la catastrófica desestabilización del clima global, para que el mundo entero pueda unirse tan rápidamente como sea posible a un tratado de reducción de emisiones más ambicioso, que sea tanto equitativo como efectivo para prevenir un cambio climático peligroso.

Además, demandamos que los países industrializados, los cuales han emitido la mayoría de los gases invernadero hasta la fecha, tomen la responsabilidad de las medidas de adaptación necesarias, sobre todo para los países que emiten menos y con recursos económicos limitados.

El cambio climático afectará primero y con más virulencia a los más pobres. Aquellos con las posibilidades económicas para actuar, deben hacerlo de una manera urgente y decisiva”.

La manifestación más relevante puede que haya sido la que ha tenido lugar en el mismo escenario de la Cumbre del Clima: Copenhague. En ella decenas de miles de activistas marcharon el sábado para presionar directamente a los negociadores de la conferencia de Naciones Unidas para que acuerden un tratado que tenga fuerza para enfrentar el calentamiento global.

"No hay planeta B" y "Cambien las políticas, no el clima" rezaban algunos carteles que portaban los manifestantes en la capital danesa. Algunos activistas estaban vestidos como osos polares y pingüinos con carteles que decían: "¡Salven a los Humanos!". Otros mostraban un gigantesco hombre de nieve inflable que amenazaba con derretirse por el calentamiento ocasionado fundamentalmente por la quema de combustibles fósiles, lo que, según el panel de científicos climáticos de la ONU, causará una mayor desertificación, inundaciones, olas de calor y aumento en el nivel del mar.

La manifestación se realizó mayormente en atmósfera de carnaval, pero la policía antimotines detuvo a cerca de 400 activistas después de que arrojaran algunas botellas y rompieran ventanas. Fueron forzados a sentarse en una calle, con las manos atadas tras la espalda.

Como siempre en el recuento hay división de opiniones: 25.000 personas según la policía y 100.000 según los organizadores.

"Marcharon en Berlín y el muro cayó. Marcharon en Ciudad del Cabo y el muro cayó", dijo en una vigilia con velas el ganador sudafricano del Premio Nóbel de la Paz, Arzobispo Desmond Tutu. "Marcharon en Copenhague y vamos a conseguir un acuerdo real", añadió. "Hay mucho por qué luchar en la semana que resta de negociaciones", dijo Kumi Naidoo, jefe del grupo organizador "TckTckTck". Los activistas quieren que las conversaciones concluyan en un tratado legal pleno, una meta que la mayoría de los gobiernos dice que es casi imposible.

Entretanto, en la Cumbre, los negociadores barajan sus cartas y manejan los tiempos, de una forma bien estudiada y me temo que como en los grandes partidos de baloncesto, hasta el último cuarto, no sabremos el resultado. Quizás ni siquiera se resuelva en Copenhague sino que queden aplazados muchos temas para otros encuentros, tras las elecciones en EEUU del próximo otoño o ya para el 2011 en Johannesburgo (de nuevo el deporte y el cambio climático se cruzan en una ciudad).

En todo caso ya muchos tienen sus crónicas escritas y ya han certificado el éxito o el fracaso de la Cumbre en términos absolutos. Yo me apunto a los que consideran que la COP15 es un éxito porque su celebración es ya un éxito y porque ha sido un aldabonazo en la conciencia pública sobre la cuestión. Y es un fracaso porque todavía no somos capaces de hacer comprender a la opinión pública de lo que nos jugamos y qué relación hay entre nuestro modo de vivir y el problema.

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Aquí en Granada, este domingo el diario Granada Hoy ha colocado de nuevo a Sierra Nevada y “nuestro” Observatorio de Seguimiento del Cambio Global, en la portada. En la edición impresa se podía leer:


Uno de los efectos esperados es la desecación de las lagunas.
EL CAMBIO CLIMÁTICO PONE EN JAQUE A SIERRA NEVADA

Pruebas: Especies en peligro, aves que no emigran y plantas que florecen tarde.

Riesgo: Los científicos avisan de que las peores secuelas se notarán aquí abajo.

Sin embargo en la edición digital se ha cambiado el titular y las entradillas:

SIERRA NEVADA LANZA UN SOS


El macizo granadino ya nota los efectos del cambio global: hay especies en peligro, plantas que florecen antes y aves que no emigran • Pero los expertos afirman que las peores consecuencias se vivirán abajo.

Cosas de los periódicos, como estos dos titulares que también he leído, en el mismo periódico, en el día de hoy:

Arenas apuesta por el revelo generacional.
Nueve de cada diez mujeres que practican deporte de forma oficial son mujeres.

LA CRISIS COMO OPORTUNIDAD (para que remonte ZP)

Hasta el momento el gobierno español ha concentrado sus esfuerzos en frenar la crisis económica, en paliar sus efectos más negativos, protegiendo de su impacto a los más débiles mediante las coberturas a los desempleados y las prestaciones sociales.

Pero esta justa política es insostenible durante mucho tiempo y hay que apostar, se salga mañana o pasado de la crisis, por un nuevo modelo productivo más competitivo e innovador que no esté basado en el ladrillo y en la especulación. El actual modelo basado en el enriquecimiento rápido y la desregulación, además de tremendamente injusto, es insostenible y ha tenido que echar mano de los Estados de los que tanto abominan para salvar los muebles.

El nuevo modelo debe ser sostenible (ni poco ni mucho, ni más o menos sostenible, porque esto es como estar embarazada o muerto, no se está un poco ni a medias). Y se dice que para ser sostenible tiene que ser económicamente viable, ambientalmente sano y socialmente justo (palabras tan “nuevas” como que están sacadas de la Cumbre de Estocolmo).

El presidente Zapatero ha avanzado que quiere que el nuevo modelo económico esté basado en el conocimiento, el desarrollo tecnológico y la innovación. En el proyecto de Ley de Economía Sostenible aprobado por el gobierno y que será debatido en las Cortes a lo largo del 2010, se recogen principios tan “revolucionarios”, como:

“Más controles sobre el sistema financiero, sobre el movimiento de capitales”
“Una Administración más ágil y eficaz”
“Mayor protección al medio ambiente”
“Un urbanismo a la medida de las personas y no de los especuladores”
“Uso de energías limpias y renovables”
“Impulso al transporte público y la movilidad sostenible”

Esta Ley no va a tener efectos inmediatos, ni puede cambiar un modelo económico por sí sola. Pero la inversión prevista de unos 20.000 millones de euros más los 5.000 millones del Nuevo Fondo Estatal para el Empleo y la Sostenibilidad Local, son pasos importantes en ese largo camino hacia una economía sostenible.

Un nuevo modelo económico no se hace por ley ni es fruto de un día, ni de un año ni de una legislatura. Este es un camino largo pero cuyo destino está más lejos cada vez que no lo abordamos y se tarda más si empezamos el camino más tarde, y además apunto a que cuesta más en términos de empleo y de inversión necesaria.

Para mí todo lo que hay que hacer habría que haberlo hecho sin haber llegado a la actual situación de crisis y aunque no hubiera que afrontar el desafío que representa el escenario de cambio global al que nos enfrentamos. Pero la situación actual hace que el desarrollo sostenible sea no una opción sino la opción.

La nueva economía hay que hacerla desde la consideración del respeto al medio ambiente. La nueva protección ambiental no debe hacerse ya sólo desde el medio ambiente. Es bueno que el debate ambiental se saque de lo sectorial, de lo parcial e impregne el conjunto de las políticas (industria, transporte, agricultura…). Economía y Ecología deben volver a su raíz etimológica y caminar juntas.

En este nuevo modelo la apuesta por la Innovación, por la Educación son conditio sine qua non para avanzar hacia la sostenibilidad. Lamentablemente tampoco son cuestiones que se hagan por Decreto ni maduren como el maíz en un verano. Y además requieren el concurso de toda la sociedad, de todas las Administraciones Públicas por lo que incluir esta cuestión en la Conferencia de Presidentes Autonómicos es más importante que cualquier debate sobre la identidad o las banderas.

Andalucía será una región piloto en esta nueva Estrategia, en este nuevo modelo económico al que hay que dirigirse. Así lo ha propuesto el presidente del gobierno y así lo ha aceptado y reclamado el presidente andaluz que ya ha manifestado que no se pueden abordar los problemas económicos con la misma perspectiva e ideas que los generaron.

José Antonio Griñán ha resaltado que Andalucía es una “región de competitividad”, y ha indicado que la comunidad ya ha alcanzado en I+D el 1% del PIB. A ello ha añadido las actuaciones de la red de espacios tecnológicos, el incremento en el número de patentes, su situación de vanguardia en la investigación biomédica o en los estudios aplicados al sector agroalimentario. Con vistas a la nueva estrategia, el presidente andaluz ha apostado por una sostenibilidad económica, social, medioambiental y energética, en el marco de un “diálogo social permanente”.

Los andaluces estamos en condiciones de afrontar este reto. Hemos sido pioneros en muchos aspectos de la política ambiental pero tenemos que ser capaces de comprender y asumir que ahora no se trata de corregir déficits ambientales ni de ser más o menos ambiciosos en la protección de nuestros espacios naturales. Ahora toca ya, por necesidad, de dar un salto cualitativo de convertir Andalucía en una región modelo del nuevo modelo.

Seguro que el señorito Javi Arenas está a la altura de las circunstancias, piensa en el interés público más que en el personal y partidario y echa una mano al gobierno andaluz en esta trascendental ocasión para el futuro de nuestra Tierra (por los cojones).

LA CRISIS COMO OPORTUNIDAD (para tumbar a ZP)

La crisis lo llena todo. Nunca tanta gente había hablado tanto de algo sin saber casi nada de ello. A diario escucho a cantidad de tontos, (“tonto es el que dice tonterías”), hablando con el atrevimiento que da la ignorancia (la suya y la del interlocutor). La crisis ha sido la percha en la que se han colgado todos los palos (la mayoría dirigidos al gobierno y especialmente a Zapatero que ha cometido el crimen más grande que se puede hacer frente a la carcundia –mediática, económica, eclesiástica y social-: ganarle dos elecciones seguidas.

Guardias civiles que montan una inmobiliaria en un localillo con cuatro carteles, pegan un par de pelotacillos y hacen una fortunilla, se quejan de que la crisis se está llevando a los pequeños y medianos empresarios; restaurantes que te pegaban una clavada por cuatro platos compartidos de una familia (mal servidos, mal presentados, mal hechos, pero cobrados como si fuera un restaurante de cuatro tenedores), dicen que ahora la gente sólo se toma un par de cervezas y la tapa; empresas que aprovechan la coyuntura para despedir a personal antiguo para meter gente más joven (por barata la contratación y el eventual despido no porque quieren aprovechar la mejor formación o ser más competitivos); comerciantes que llevan cuarenta años sin hacer una reforma en su empresa, etc. (que nadie se de por aludido, son ejemplos sacados de mi imaginación). Todo es culpa de la crisis, de Zapatero, que nos ha metido en la crisis y no sabe sacarnos de ella.

Sabedores de que el aborto, lo de los crucifijos, lo de la memoria histórica, el Alakrana, la saharaui… desgastan pero no es suficiente para tumbar a “Bambi”, aquí en la crisis, concentran todas las energías y en el fondo rezan para que la crisis no toque fondo, para que no dé tiempo a que se vean los resultados de la recuperación económica antes de las próximas elecciones. Los datos positivos no es que no se reconozcan es que no se desean porque son interpretados como negativos para los intereses de la oposición de derecha extrema.

La pela es la pela y eso es lo que mueve a la mayoría de la gente”. Ni estrategia ideológica ni pollas. Así de fácil. El bolsillo del ciudadano de a pie (que es el que mantiene la gran bolsa de los que no van por la vida andando, de los que no pisan charcos), es el motor más grande de decisiones políticas según estas creencias ideológicas. Según los pensadores conservadores, la gente se preocupa por su propio bolsillo y ahí siempre hay instintos primarios que regar como la envidia, o la avaricia. Por eso más que conservadores, los fachas españoles son conservaduros y en lugar de invertir, (digo invertir, no especular), se dedican a guardarse el dinero, aunque no le rente a corto plazo. Porque dinero hay, en los bancos hay más que nunca (y eso que muchos banqueros lo sacan a espuertas bonificándose a pesar de su mala gestión). “Ya vendrán los nuestros, nuestros y nos recuperaremos de no haber ganado durante un par de años a lo que nos habíamos acostumbrado”, he escuchado comentar a alguno de ellos.

Por eso la crisis, el mantenimiento y extensión de la crisis hasta donde sea posible, es el elemento central de la estrategia del Partido Popular. No necesita sacar sus recetas (aunque la sintonía de Rajoy con la Confederación de Empresarios ha sido puesta tan en evidencia como la amistad del presidente valenciano Camps con el presidente del TSJA de la Rúa). El PP no es que no le gusten las medidas del gobierno (muy parecidas hasta ahora de las que han puesto en marcha en otros países de la Unión Europea), es que electoralmente considera que no le vienen bien y por eso, si pudiera regaría los brotes verdes con lejía.

Al PP le gustaría que se hicieran elecciones mañana mismo, no para afrontar con ideas y con liderazgo esta difícil situación, sino para que no dé tiempo a que la tormenta escampe y mal que bien, la cosa vaya mejorando y el impacto de la crisis económica internacional más importante desde la segunda guerra mundial no vaya a ser tan fuerte como para provocar el deseo de un cambio de gobierno. Por esta razón también se oponen al gasto público que suponen las medidas sociales para paliar los efectos en los sectores sociales más débiles y por eso se oponen a las inversiones públicas dedicadas a reactivar la economía y el empleo.

martes, 8 de diciembre de 2009

Frente a una grave emergencia

Hoy, 56 periódicos en 45 países han decidido dar el paso sin precedentes de hablar con una sola voz a través de un editorial común. Lo hacemos porque la humanidad se enfrenta a una grave emergencia.

Si no nos unimos para emprender acciones decisivas, el cambio climático causará estragos en nuestro planeta y, con él, en nuestra prosperidad y nuestra seguridad. Los peligros son evidentes desde hace una generación. Ahora, los hechos han empezado a hablar por sí solos: 11 de los últimos 14 años han sido los más calientes que se registran, el casquete polar del Ártico está derritiéndose y la increíble subida de los precios del petróleo y los alimentos el año pasado nos ofrece un anticipo del caos que se avecina. En las publicaciones científicas, la cuestión ya no es si la culpa es de los seres humanos, sino cuánto tiempo nos queda para limitar los daños. Y, sin embargo, hasta ahora, la respuesta del mundo ha sido débil y desganada.

El cambio climático se ha ido produciendo durante siglos, tiene consecuencias que persistirán para siempre y nuestras perspectivas de controlarlo se van a decidir en los próximos 14 días. Pedimos a los representantes de los 192 países reunidos en Copenhague que no vacilen, que no caigan en disputas, que no se echen las culpas unos a otros, sino que aprovechen la oportunidad surgida del mayor fracaso político contemporáneo. Ésta no debe ser una lucha entre el mundo rico y el mundo pobre, ni entre el Este y Occidente. El cambio climático afecta a todos, y todos deben resolverlo.

La base científica es compleja pero los datos están claros. El mundo necesita tomar medidas para limitar el ascenso de la temperatura a 2 grados centígrados, un objetivo para el que será preciso que las emisiones mundiales alcancen su tope y empiecen a disminuir entre los próximos cinco y 10 años. Una subida mayor, de 3 o 4 grados centígrados -el mínimo aumento que, siendo prudentes, podemos prever si no se hace nada-, secaría los continentes y convertiría tierras de cultivo en desiertos. Podría extinguirse la mitad de todas las especies, millones de personas se verían desplazadas y el mar inundaría países enteros.

Son pocos los que creen que, a estas alturas, pueda salir de Copenhague un tratado perfectamente definido; sólo fue posible empezar a avanzar verdaderamente en esa dirección con la llegada del presidente Obama a la Casa Blanca y el cambio total en la política de obstruccionismo que Estados Unidos mantenía desde hace años. Y el mundo sigue estando a merced de la política interior norteamericana, porque el presidente no puede comprometerse por completo a emprender las acciones necesarias hasta que el Congreso lo autorice.

Pese a ello, los políticos, en Copenhague, pueden y deben ponerse de acuerdo en los elementos esenciales de un acuerdo justo y eficaz y, sobre todo, en un calendario firme para que ese acuerdo se convierta en tratado. Deberían imponerse como plazo la reunión de la ONU sobre el clima que se celebrará el próximo mes de junio en Bonn. Como dice un negociador: "Podemos ir a la prórroga, pero no podemos permitirnos el lujo de volver a jugar el partido".

El núcleo del acuerdo debe ser un pacto entre los países ricos y los países en vías de desarrollo que aborde cómo se va a repartir la carga de luchar contra el cambio climático y cómo vamos a compartir algo que ahora es muy valioso: el billón aproximado de toneladas de carbono que podemos emitir antes de que el mercurio ascienda a niveles peligrosos.

Las naciones ricas son aficionadas a señalar la verdad aritmética de que no puede haber solución hasta que algunos gigantes en vías de desarrollo como China tomen medidas más radicales que hasta ahora. Pero el mundo rico es responsable de la mayor parte del carbono acumulado en la atmósfera, tres cuartos del dióxido de carbono emitido desde 1850. Ahora tiene el deber de tomar la iniciativa, y cada país desarrollado debe comprometerse a serias reducciones que disminuyan sus emisiones a un nivel muy inferior al de 1990 de aquí a 10 años.

Los países en vías de desarrollo pueden destacar que no son ellos los causantes del grueso del problema y que las regiones más pobres del mundo van a ser las más afectadas. Pero van a contribuir cada vez más al calentamiento y, por consiguiente, también ellos deben comprometerse a emprender acciones significativas y cuantificables. Aunque no han llegado a lo que algunos esperaban, los recientes compromisos de los dos mayores contaminantes del mundo, Estados Unidos y China, han sido pasos importantes en la debida dirección.

La justicia social exige que el mundo industrializado rebusque en su cartera y se comprometa a dar dinero para ayudar a los países más pobres a adaptarse al cambio climático y a suministrarles tecnologías limpias que les permitan tener un crecimiento económico sin aumentar sus emisiones. También es preciso fijar la arquitectura de un futuro tratado, con una rigurosa vigilancia multilateral, recompensas justas a cambio de la protección de los bosques y la evaluación creíble de la "exportación de emisiones" para que la carga acabe repartiéndose de forma más equitativa entre quienes fabrican productos contaminantes y quienes los consumen. Y la justicia exige también que la carga que corresponda a cada país desarrollado tenga en cuenta su capacidad de soportarla; por ejemplo, los miembros más nuevos de la UE, a menudo, mucho más pobres que "la vieja Europa", no deben sufrir más que sus socios más ricos.

La transformación será cara, pero mucho menor que la factura de rescatar al sector financiero mundial, y mucho menos costosa que las consecuencias de no hacer nada.

Muchos de nosotros, sobre todo en los países desarrollados, tendremos que cambiar nuestro estilo de vida. La era de los vuelos que cuestan menos que el trayecto en taxi al aeropuerto se acerca a su fin. Tendremos que comprar, comer y viajar de forma más inteligente. Tendremos que pagar más por nuestra energía y utilizarla menos.

Pero el paso a una sociedad que emita poco carbono ofrece la perspectiva de más oportunidades que sacrificios. Ya hay algunos países que han reconocido que hacer esa transformación puede aportar crecimiento, puestos de trabajo y mejor calidad de vida. El flujo de capitales es un dato significativo: el año pasado, por primera vez, se invirtió más en formas renovables de energía que en producir electricidad a partir de combustibles fósiles.

Para librarnos de nuestra adicción al carbono en sólo unas décadas serán necesarias proezas de ingeniería e innovación comparables a las más grandes de nuestra historia. Pero, mientras que la llegada del hombre a la Luna o la división del átomo surgieron del conflicto y la rivalidad, la carrera del carbono debe nacer de un esfuerzo de colaboración para lograr la salvación colectiva.

La victoria sobre el cambio climático exigirá un triunfo del optimismo sobre el pesimismo, de la visión de futuro sobre la estrechez de miras, de lo que Abraham Lincoln llamó "los ángeles buenos de nuestra naturaleza".

Ése es el ánimo con el que periódicos de todo el mundo hemos firmado conjuntamente este editorial. Si nosotros, con puntos de vista nacionales y políticos tan diferentes, podemos ponernos de acuerdo sobre lo que hay que hacer, seguro que nuestros dirigentes también son capaces de hacerlo.

Los políticos presentes en Copenhague tienen el poder de determinar cómo nos juzgará la historia: una generación que vio un reto y le hizo frente, o una tan estúpida que vio el desastre pero no hizo nada para evitarlo. Les rogamos que tomen la decisión acertada.

Este artículo lo suscriben los siguientes periódicos: Süddeutsche Zeitung (Alemania), Gazeta Wyborcza (Polonia), Der Standard (Austria), Delo (Eslovenia), Vecer (Eslovenia) Zimbabue Botsuana (Suráfrica) (Suráfrica), Dagbladet Information (Dinamarca), Politiken (Dinamarca), Dagbladet (Noruega), The Guardian (Reino Unido), Le Monde (Francia), Libération (Francia), La Repubblica (Italia), EL PAÍS (España), De Volkskrant (Holanda), Kathimerini (Grecia), Publico (Portugal), Hurriyet (Turquía), Novaya Gazeta (Rusia), Irish Times (Irlanda), Le Temps (Suiza), Economic Observer (China), Southern Metropolitan (China), CommonWealth Magazine (Taiwan), Joongang Ilbo (Corea del Sur), Tuoitre (Vietnam), Brunei Times (Brunei), Jakarta Globe (Indonesia), Cambodia Daily (Camboya), The Hindu (India), The Daily Star (Bangladesh), The News (Pakistán), The Daily Times (Pakistán), Gulf News (Dubai), An Nahar (Líbano), Arabic Gulf Times (Qatar), Maariv (Israel), The Star (Kenia), Daily Monitor (Uganda), The New Vision (Uganda), Zimbabwe Independent (Zimbabue), The New Times (Ruanda), The Citizen (Tanzania), Al Shorouk (Egipto), Botswana Guardian (Botsuana), Mail & Guardian (Suráfrica), Business Day (Suráfrica), Cape Argus (Suráfrica),Toronto Star (Canadá), Miami Herald (EE UU), El Nuevo Herald (EE UU), Jamaica Observer (Jamaica), La Brújula Semanal (Nicaragua), El Universal (México), Zero Hora (Brasil), Diario Catarinense (Brasil), Diaro Clarín (Argentina).

lunes, 7 de diciembre de 2009

Estaré en Copenhague

“Hay momentos en la historia en los que el mundo puede escoger ir por caminos diferentes. La Conferencia COP 15 sobre el Cambio Climático en Copenhague es uno de esos momentos decisivos. Podemos optar ir por el camino hacia una prosperidad verde y un futuro más sostenible. O podemos escoger el camino del estancamiento y no hacer nada acerca del cambio climático dejando una cuenta enorme para que la paguen nuestros hijos y nuestros nietos. En realidad la elección no es tan difícil”. Connie Hedegaard, Ministra para la Conferencia del Clima de las Naciones Unidas en Copenhague 2009.

En la Cumbre del Clima han cerrado las acreditaciones para la prensa al llegar a 5.000. Van a acudir más de 20.000 delegados, entre ONGs, investigadores, empresas. Estarán presentes más jefes de Estado que en la Cumbre de Río, (incluido el presidente de EEUU, que ha anunciado que estará en la clausura, lo que ha disparado el optimismo). La expectación es máxima. La ocasión lo requiere.

Estamos en el momento álgido de la lucha contra el cambio climático, aunque lo que ahora se acuerde, o no, tendrá sus efectos en las próximas décadas. También se ha puesto de manifiesto que mientras algunos nos jugamos nuestra calidad de vida, para mucha gente la solución al cambio climático es una cuestión de supervivencia. Por ello los principales activistas contra el clima, (como Greenpeace), los protagonistas de la movilización social en torno a esta Cumbre Mundial, las ONGs que presionan a los líderes políticos y los que verdaderamente empujan hacia acuerdos más firmes y más ambiciosos, han puesto el acento en que hay que hacer un esfuerzo por las generaciones venideras y por los países pobres, por los que no tienen vos, por los que se juegan la vida en esta batalla.

Estaré en Copenhague estos días, estaremos todos allí, lo que se decida es importante y nos importa a todos. Seguiré la web de la COP15, o el Especial de El País, para estar al día al minuto de lo que ocurra.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Así sufrimos el cambio climático

>Algunas personas, no se han enterado o no quieren enterarse a estas alturas de las consecuencias del cambio climático. Los hay que confunden tiempo con clima, como Rajoy y su primo, y los hay que cuando oyen del algo del calentamiento global del planeta creen que la temperatura subirá uno o dos grados en su pueblo y que eso puede que les venga hasta bien. En una charla coloquio en la Facultad de Ciencias oí con pavor los argumentos de un payo de éstos. Esos los tengo dentro del grupo de los ignorantes y algunos hasta los considero nobles.

A mí los que más me preocupan, por lo dañinos que pueden ser, son aquellos que quieren convertir la lucha contra el cambio climático en una cuestión de partidos o en una cuestión de fe. Los hay peligrosos porque saben mucho pero son muy cínicos y los hay también que opinan con la seguridad y el atrevimiento que le da la ignorancia. Deben de tener mucho tiempo o trabajan como mercenarios de petroleras o de grandes intereses corporativos porque están siempre muy activos y asoman en todos los medios digitales cuando se publica una noticia sobre este tema. No dan la cara y actúan siempre con seudónimos. En esto se parecen a muchos de los negacionistas que prefieren las páginas del papel couché y los monólogos a dar la cara en el debate científico y someter sus opiniones (estudios también si los hubiera) a la discusión pública. Aunque daría para poco el debate con algún filólogo o sociólogo sobre la persistencia del metano en la atmósfera o el ambiguo papel de los aerosoles en el efecto invernadero por ejemplo.

Mientras tanto hay gente que sufre el cambio climático en tiempo real, en primera persona como ha puesto de manifiesto en un estupendo reportaje de El País en vísperas de la Cumbre de Copenhague en el que se ha acercado a testigos en 15 países, desde Suiza y España hasta Mali y Australia, de lo que ya está pasando. Agricultores que se han quedado sin cosecha por las sequías, pueblos en peligro por la rotura de la capa de hielo, habitantes de islas que han perdido sus casas por las inundaciones. Un viaje alrededor del mundo para dar voz a las víctimas del cambio climático, en vísperas de la cumbre mundial que comienza mañana en Copenhague para tratar la mayor enfermedad del planeta. Los rostros y los escenarios que debieran conocer y reconocer escépticos y negacionistas.