viernes, 11 de julio de 2008

La energía ni se crea, ni se destruye...


SE DERROCHA.

La crisis (coño que polémica con el empleo de esta palabra), el enorme incremento del precio del petróleo (decía Aznar y los que justificaban la guerra de Irak que serviría para que no subieran los carburantes), y el cambio climático, han colocado el debate energético en primera plana.

De nuevo atacan los lobbys defensores de las nucleares, se explorarán nuevos yacimientos de petróleo en la Antártica o en el Ártico y las eléctricas seguirán haciendo filigranas para que no se les caiga el chiringuito.

España tiene un enorme potencial, que está desarrollando de manera importante en los últimos años, en energías renovables (eólica, termosolar y fotovoltaica), pero la energía alternativa que debemos trabajar todavía de manera prioritaria en nuestro país es la del ahorro y la eficiencia energética.

Las medidas urgentes anunciadas por el gobierno de Zapatero esta semana para el ahorro energético se complementan con el Plan de Ahorro y Eficiencia Energética aprobado hace apenas un año y cuyos objetivos eran lograr, hasta 2012, un ahorro de 87,9 millones de toneladas equivalentes de petróleo (TEP) y recortar las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera en 238 millones de toneladas. Todo ello con un coste estimado de 540 millones de euros.

El ministro de Industria, Miguel Sebastián, ha informado que el Gobierno aprobará antes de las vacaciones un plan nacional de ahorro energético urgente, que permitirá reducir en un 10% la dependencia española del petróleo en dos años, lo que equivale a un ahorro de 5.000 millones de euros. La subida desorbitada del precio del petróleo obliga a estas medidas que tienen una gran incidencia sobre la factura energética y sobre las emisiones de CO2.

Pero la noticia que más repercusión ha tenido ha sido la discusión entre el ministro de Industria, Miguel Sebastián y el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, por la utilización de las corbatas en el Congreso. El caso es que subir dos o tres grados la temperatura del aire acondicionado, aparte de suponer un ahorro económico y energético, supone un indicio esperanzador del cambio de cultura, de mentalidad, que debe ir imponiéndose para que empecemos a asumir que no podemos continuar con un modelo de desarrollo que despilfarra la energía y los recursos naturales como si fueran infinitos e inagotables.

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