miércoles, 28 de noviembre de 2007

MÁS ESPÍRITU NAVIDEÑO Y MENOS CONSUMISMO

Los anuncios televisivos de los juguetes y la iluminación extraordinaria, anticipan la llegada de la Navidad, cada vez más anticipadamente. La lotería, sin calvo este año, es la primera que se adelanta a la ilusión, al “buen rollo” que despierta el ambiente navideño.

En este paréntesis del estrés, de la excesiva confrontación y de la crispación que se vive en nuestro país (más mediática que real pero también más real por culpa de lo mediático), deberíamos poner más el acento en el interior de nuestros corazones y menos en el ornato y en el adorno. Deberíamos centrarnos más en lo importante y menos en lo accesorio. Por decirlo de manera gráfica, tendríamos que gastar menos en luces y marisco y más en conversaciones, en compartir el tiempo con la familia y amistades.

Hay razones de religiosidad (o de ética humanista para los que somos ateos), para que la Navidad sea más pura, menos consumista, menos artificial. Pero hay, cada vez es más evidente hasta para los escépticos recalcitrantes, razones de justicia social y ambientales, de solidaridad con los de ahora y con los del futuro para cambiar de actitud. Pero no veo a los curas y obispos queriendo meterse en estos berenjenales igual que no se oponen al mercadeo de los sacramentos del bautismo, primera (y a veces última comunión), matrimonio...

Ahora están surgiendo ideas, propuestas -como la de la ministra Narbona-para mitigar estos escesos. La mía es la instalación de chips cerebrales que se activan automáticamente a través de la retina que mandan señales relacionadas con nuestro comportamiento para el ahorro energético cada vez que se observa un derroche de luz o de calor. Las respuestas que se adoptan no son de apagón pero sí de no olvidar apagar los árboles y luces navideñas, la de bajar la calefacción un par de grados y otras pequeñas acciones que contrarresten los excesos.

Pero todas estas cosas no servirán para mucho si no se da ejemplo desde los grandes consumidores de estas fechas, ayuntamientos y grandes superficies comerciales.

Propongo limitar el número de horas de los encendidos especiales de Navidad y reducir el número de días. Admito que el puente de la Constitución en los lugares turísticos se utilice pero debería quedar apagado de nuevo hasta el periodo que coincide con las vacaciones escolares. Es más que suficiente. Y además propongo invertir en la sustitución de las lámparas por otras de bajo consumo. Habrá menos luz pero será una navidad más brillante.

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